domingo, 20 de abril de 2014

Una sola noche

Estábamos en plena ola de calor y aún así decidí ir a visitar a mi hermana Susana.
Tres horas y media de viaje y llegué al pueblo donde vive con su pareja, Jose. Lugar precioso, pero el calor asfixiante dejaba al cerebro y su capacidad para apreciar la belleza en estado casi nulo.
Comimos, luego siesta y al despertar me dijeron que bajaríamos al rio como todos los dias de verano para jugar al dominó con un amigo, David.
Me pareció fenomenal, no tengo ni idea de dominó, pero aprendería y además con lo que me hablaron de ese amigo se despertó mi curiosidad por conocerle.

Fuimos al río, había un chiringuito mugriento pero con al menos una enorme sombra que daba un emparrado cubriendo todas las mesas, y abajo el río, donde la gente se estaba bañando.
Cuando llegamos, David ya estaba allí. Nos presentaron, nos miramos y sentí que lo hacíamos como aninales, un macho y una hembra mirándose a los ojos, oliéndose con la mirada. Ya está, fue un instante, apartamos la vista y nos pusimos a jugar.
Cerveza, dominó, calor. No corría ni una brizna de aire, yo creia que me iba a asfixiar, ¿para que habría ido con ese tiempo?, me estaba arrepintiedo de un viaje que además iba a ser express, al dia siguiente regresaba a Madrid.

Pasó la tarde, bajó el sol y comenzó a soplar un poco de aire, alivio.... Susana me dijo que iríamos a regar su huerto, David me propuso acompañarle al suyo y todos nos reimos:
- asi que quieres llevarme al huerto, ¿no?.
Decidí ir con mi hermana y nos despedimos de él.
Por la noche fuimos a cenar a la plaza, yo pregunté a Susana si David solía ir por allí:
- Sí, suele venir a tomar algo después de cenar.
Pasaban las horas y no aparecía pero hacia las 24:00 le vimos con un grupo de gente. Al rato se acercó y se sentó con nosotros. Cervecitas y charla. 
Un poco más tarde, Susana y Jose dijeron que estaban cansados, que se iban. David también hizo ademán de levantarse pero mi hermana le retuvo:
- Quedaros vosotros, te dejo dejo mi llave.
Nos sentamos de nuevo, cerraron el bar, cerraron todos los bares de la plaza.
- ¿Vamos a mi casa?, tengo cerveza.
- Si hay cerveza, ¡vamos!.
Sonreí tratando de no dar muestras del deseo que ya sentía claramente.

Fuimos caminando, la casa estaba un poco retirada del pueblo pero no demasiado. Era hermosa, enorme, la estaba construyendo él, la planta de abajo aún en obras, la de arriba ya terminada y preciosa, como sacada de un cuento. Salón y habitación sin paredes, todo en un mismo espacio.
Puso música, nos sentamos a charlar en el sofá, subió varios litros de cerveza. Bebíamos, fumábamos y hablábamos, bueno, más bien hablaba él y yo me sentía en lo que se suele considerar el típico papel de hombre callado que escucha a una mujer parlanchina, asiente con la cabeza, dice de vez en cuando: "um, ajá, claro", pero por dentro piensa: cállate ya y follemos de una vez.
La conversación se desvió hacia temas sexuales. Calentón, nos besamos y ahí comenzó la historia que realmente quiero contar, una de las cosas más raras que me han pasado: ¿se puede amar profundamente a un hombre en una sola noche?. Parece una idea absurda, incoherente, irracional y mentirosa, pero la respuesta es sí, se puede, y además sentir que es un amor recíproco.

El primer beso fue impactante, como si nuestras bocas fueran las piezas de un puzzle que encajan con precisión milimétrica, la misma humedad, la misma apertura, el mismo ritmo, la misma suavidad en los labios y la misma fiereza en las lenguas. Esos besos iniciales, los dos de pie, vestidos, fueron luz que estalló en mi mente con una fuerza que jamás había sentido, jamás...
Fuimos a la cama, nos desnudamos, follamos. Lo mismo, perfección, mismo lenguaje corporal, mismo ritmo, entendimiento y... poco a poco, lo que era puro sexo y deseo, se fue transformando en algo más grande. Parábamos, nos acariciábamos, ¡pero joder!, no eran caricias mecánicas, ¿como es posible que nos acariciáramos sin cesar sintiendo un amor tan cálido y real?. Él no me dijo que sintiera amor pero sus manos y sus besos hablaban, no tengo ninguna duda. He besado, follado, tocado a muchos hombres, he sentido como me besaban, follaban y tocaban, y lo que sucedió aquella noche es un misterio, él me amaba, yo le amaba, parecía que nos conociéramos de mucho tiempo atrás, que hubiéramos vivido mil experiencias juntos, buenas y malas, de esas que forjan realmente el amor, o al menos eso es lo que yo creía que forjaba el amor hasta que lo que pensaba que iba a ser un polvo, tiró por tierra todas mis teorías.
¿Donde nace el amor y porqué?, ya no lo sé. Lo que experimenté con David no fue aquello de... que bien encajamos- cuanto placer siento- que situación tan agradable. No, me penetraba con amor delicado y salvaje, yo le follaba de la misma manera sin parar de besarnos y cuando descansábamos hasta el siguiente asalto, las caricias eran compulsivas, magnéticas, inevitables, suaves, intensas, las manos transpasaban la piel, la sensación no quedaba en la superficie, era como si mis manos se hundieran en su cuerpo y fueran hasta el fondo de su ser, como si sus manos hicieran lo mismo con mi cuerpo o con mi alma o con la materia de la que quiera estemos formados.

Hicimos el amor en la cama, en la terraza, en el sofá, de pie, sentados, tumbados, horas, horas, horas....
-¿Que hora es?
- No lo sé pero el cielo ya tiene algo de luz, va a amanecer.
- Tengo que recoger cosas de la huerta sin falta, ¿te parece que durmamos una hora y luego me ayudas?
- No, me voy.

Y me fui. Amanecía, me acompañó para enseñarme el camino de vuelta al pueblo. Las montañas estaban azules, el aire era azul, mi cuerpo azul, mi espíritu bebía ese color.
Nos besamos y cada uno tomó su camino.

Dormí poco, dudé si quedarme un dia más, fui alargando el momento de irme, llegó la tarde, llegó el rio y el dominó, llegó él, nos miramos como si no hubiera pasado nada entre nosotros, pero él sonreía tal vez que pensando en que me quedaría una noche más. Se hacía tarde, se hizo de noche, dije que regresaba a Madrid, tenía sueño, cansancio y miedo. Le di un abrazo, me lo devolvió como quien abraza a una desconocida:
- bueno, adiós, hasta pronto.

Ya en el coche, furia conmigo misma. Estuve a punto de dar la vuelta y volver para pasar una noche más con él, también por miedo a estrellarme, había dormido dos horas e iba mareada.
Lucha interna brutal, dudas, llanto, gritos. Hablaba sola como una loca, gritaba, me gritaba, gritaba a mis miedos, les insultaba, les agredía, les desafiaba.
Luego la calma y con la calma mis ojos se abrieron, desapareció el sueño, no hice ninguna parada. El llanto furioso se transformó en un llanto sosegado y dulce que acariciaba mi alma pero no era condescendiente ni transigente con ella.
Me perdoné no sin antes jurarme que no volvería a detener una bella historia por causa de mis miedos. No lo haría, ¿lo he conseguido?, no lo sé.... los miedos son bestias poderosas a las que se desarma sólo mirándoles a los ojos con sencillez, sin argumentos. Si discutes con ellos siempre ganan, son los amos y señores de las teorías más complejas y retorcidas, por eso el único arma posible es ponerse desnudo frente a ellos y decirles: aquí estoy, así soy, sin nada que me cubra ni me proteja de vosotros. Entonces, como por arte de magia huyen despavoridos porque la esencia es indiscutible.

"Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar". Silvio Rodríguez.

Me he atrevido a conjugar este amor fugaz en la esperanza de que algo se salve en mi recuerdo.

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